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"¿Enterrar el hacha de guerra? Sí, colega, ¡en tu jod… espalda!"

2013040411rr-d1[1]El argentino Carlos Reutemann lideraba con Williams FW7B el Gran Premio de Brasil de 1981. Por detrás le seguía el campeón del mundo, Alain Jones, su compañero de equipo. El tercer clasificado rodaba a casi medio circuito de distancia. A poco del final, sin embargo, desde el muro de boxes apareció el cartel: ‘Jones-Reut’. Reutemann debía dejarse adelantar por Jones. Y entonces, el argentino se puso a pensar…

En 1981, Williams contaba con dos de las grandes estrellas del momento. El año anterior el equipo británico se había desecho del suizo Clay Regazzoni, adorado en Williams, aunque más lento que Jones. Pero Reutemann hubo de aceptar por contrato la obligación de dejar pasar pasar al australiano cuando este rodara segundo. Era la manifestación expresa de que Williams jerarquizaba sus pilotos. “Creo que con el acuerdo adecuado, para empezar, y una buena gestión, nuestro equipo funcionará”, justificaba Williams ante las insinuaciones de la prensa ante el previsible conflicto entre ambos pilotos. No podía imaginar hasta qué punto se equivocaba.

Dos personalidades diametralmente opuestas

Reutemann y Jones, ambos pasados la treintena, eran tan opuestos como la noche y el día. “Carlos era realmente enigmático para nosotros, pero creo que también para todos los equipos en los que ha pilotado”, recordaría más tarde Patrick Head, el director técnico y socio de Williams. “En Williams éramos gente pragmática, y era difícil entenderle”. El 'Lole' siempre necesitaba un particular confort psicológico por parte de los integrantes de su equipo. Alto, con un físico ‘hollywoodiense”, tímido e introvertido, pero de gran encanto en las distancias cortas, sufría una verdadero acoso femenino que le costaba manejar.

Pero su talento era único. Extremadamente inteligente y con memoria de elefante para cualquier tema técnico, Reutemann personificaba la elegancia al volante, “era un artista en el coche, trascendía lo que se consideraba posible, y cuando todo funcionaba mecánicamente para él, era imbatible”. Si Patrick Head hablaba así de un piloto…

Por el contrario, Jones era extrovertido, directo y rudo, también divertido. Testarudo, “para él, solo existe el blanco y el negro, sin lugar para el gris”. En el equipo británico estableció un patrón y perfil de piloto que encajó como un guante en ese estilo pragmático de sus responsables. “Lo segundo mejor que le ha ocurrido a este equipo”, declaraba por entonces Frank Williams, “lo primero es Patrick Head”. Cuando Reutemann llegó, Alain Jones era el rey indiscutible.

"No acostumbro a bajarme los pantalones"

Pero volvamos a aquel diálogo interior que se desarrolló dentro del casco de Reutemann tras aparecer las órdenes de equipo: “Si lo hago, me dije a mí mismo, paro aquí mismo el coche y me vuelvo a mi granja de Argentina, se acabó, no seré un piloto de carreras nunca más”. Y Carlos Reuteman ganó el Gran Premio de Brasil. Jones no subió al podio.

"Ofrecer la victoria era bajarme los pantalones, no acostumbro", recuerdan después en Williams que les justificó el argentino. "A partir de ahora es un enemigo más". El enfado de Jones fue volcánico. Curiosamente, el propio Reutemann –a diferencia de Vettel en Malasia, por ejemplo, justificó los reproches del australiano, pero también su posición personal: “Jones tenía razón para estar enfadado”, declararía a la prensa después, “vi el cartel a tres vueltas del final y conocía los términos del contrato, pero aún así, tenía un dilema. Empezaba cada carrera con la intención de ganar, pero ahora se me pedía que la regalara”.

Para Williams, un asunto entre pilotos

La reacción del Frank Williams fue muy diferente a la vivida con el reciente episodio de Red Bull. “El asunto de Río fue un tema entre Carlos y Alain”, explicaría posteriormente, “es cierto de que Reutemann ignoró los términos del contrato y por ello le impusimos un sanción económica, pero después, en lo que respecta a Patrick y yo, el asunto quedó olvidado. De hecho, para mí el tema era muy aburrido, ¿por qué preocuparnos de quién de ellos gana?. A fin de cuentas, sólo son empleados”.

 

 

Era solo la segunda carrera de la temporada, y la atmósfera en el equipo se hizo irrespirable. Aún así, las reuniones técnicas eran comunes para todos. Al salir del motorhome, cada piloto hacía la guerra por su cuenta con su ingeniero. Para colmo, Reutemann batía regularmente a Jones en los entrenamientos. Además, la fiabilidad traicionó en más ocasiones al australiano que, tozudo, no paraba de recordar al equipo durante toda la temporada lo que consideraba una traición en toda regla.

De forma inesperada, harto de la Fórmula 1, Jones anunció al equipo su retirada en Monza. Ante su despedida, Reutemann intentó el acercamiento, como recordaría el propio australiano. Y llegó la famosa frase, contada por el mismo, que escenificó el ambiente vivido en Williams aquel año: “Carlos dice que quiere enterrar el hacha de guerra, y le contesté: “Sí, colega, justo en tu jod… espalda”.

Una carrera inexplicable

Paradójica y cruelmente para Jones, quien había infringido su contrato llegaba como líder del Mundial a la última carrera de la temporada, en Las Vegas. Solo tenía que terminar por delante del brasileño Nelson Piquet para lograr el título. Sublime como en sus mejores momentos, el argentino logró la pole en los entrenamientos. El monoplaza era perfecto, como a él le gustaba. El sábado, el 'Lole' más sonriente exudaba total confianza. El domingo por la mañana logró también el mejor tiempo en el ‘warm up’.

Pero en la carrera, tan pronto se subió a su monoplaza –el de reserva, debido a un problema técnico- sintió que algo había cambiado en su comportamiento. Con una actuación desconcertante y gris, Carlos Reutemann terminó octavo y perdió el título por tan solo un punto. Alain Jones ganó la carrera a placer.

Nada más terminar la prueba, Frank Williams se acercó para consolar al argentino por un lado del monoplaza. El 'Lole' se bajó por el otro sin mirarle, y abandonó el circuito sin dirigir ni una palabra los miembros de Williams y, con ‘el hacha clavada en la espalda’ cogió directamente un avión y se refugió en su granja argentina. El equipo no supo nada de él en todo el invierno. Nunca fue campeón del mundo. Lo que ocurrió aquel domingo de Las Vegas es parte de otra historia.

Vía JavierRubioElconfidencial.com

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