Riccardo Paletti, la más corta y dramática carrera en la historia de la Fórmula 1
Paletti era un caso singular por su personalidad, pero también similar a otros pilotos 'journeymen' que accedían a la Fórmula 1 por un camino poco convencional, donde se mezclaba una buena posición familiar con el talento natural para el deporte, aunque con experiencia precaria para el nivel al que su posición le permitía ascender. Cinturón negro de karate y campeón juvenil en Italia, integrante del equipo juvenil italiano de esquí alpino, empezó a correr a los dieciocho años. Cuatro años después ya se subía a un Fórmula 1.
Sus padres le empujaron
Su padre ayudó y empujó a su hijo como parte de sus propias ambiciones personales. Importador de la marca electrónica Pioneer, consiguió de esta el apoyo financiero necesario. En parte, este ambiente provocó que quemara etapas demasiado rápido. Porque su madre, separada de su padre, también le apoyaba ciegamente. De hecho, estaba presente en aquel Gran Premio de Canadá.
Paletti progresaba gracias a su facilidad de aprendizaje, pero con las carencias propias de su corta carrera automovilística. De veintitrés años, con gafas profundas y aspecto de aplicado estudiante, era un personaje solitario en la Fórmula 1. Incluso los periodistas italianos tenían poco contacto con quien había llegado sin victorias en los campeonatos inferiores. No era hosquedad de carácter, sino extraordinaria timidez.
Su primer gran premio de verdad
Didier Pironi salía en la pole con su Ferrari. En la arrancada, un retraso en el sistema de luces de salida provocó desconcierto y que el francés calara su motor, quedando a expensas de toda la jauría de monoplazas que aceleraba desaforadamente. Uno tras otro pudieron evitar al monoplaza rojo hasta que Raúl Boesel tocó al Ferrari ligeramente, y luego Salazar y Mass hicieron un trompo. Pero Paletti, que partía desde el fondo de la parrilla, no paró de acelerar hasta que impactó brutalmente contra la trasera del 126C, que fue desplazado con enorme violencia varios metros hacia un lado. A 180 km/h, la deceleración fue brutal e instantánea. Testigos presenciales lo catalogaron como la explosión de una bomba.
Watkins lo supo inmediatamente
Por aquellos días, los monoplazas contaban con monocascos de aluminio, y lo pies de los pilotos estaban situados muy cerca del morro, por delante del eje delantero. En caso de accidente, las piernas se convertían en palillos. Y con la violencia del impacto el cuerpo del piloto italiano se estampó contra el volante a pesar de los cinturones, lo que provocó lesiones terminales en el pecho.
Los depósitos estaban llenos y empezaron a perder combustible por el impacto, produciéndose un incendio que fue apagado rápidamente por los comisarios y el propio Pironi. Sid Watkins, el responsable médico, se tiró al coche tan pronto como se apagó el incendio, que se repitió por las chispas que saltaron al intentar sacar a Paletti. La deflagración le hizo saltar para protegerse, pero el médico volvió a la carga de nuevo. Tan pronto como pudo ver los ojos de Paletti, Watkins supo que no había nada que hacer, la misma sensación que luego reconoció tener en los casos de Senna y Ratzenberger desde el primer momento.
Casi media hora fue necesaria para extraerle del monoplaza. La madre del piloto italiano incluso se acercó al lugar del accidente, para ser testigo de tan dura escena. Fue trasladado a un hospital y se dijo en principio que falleció por la inhalación de humo, pero sus lesiones en el pecho eran, desgraciadamente, definitivas.
Entre tantas historias de gloria, este deporte también encierra otras para olvidar. No merece ser el caso de Riccardo Paletti y su efímera carrera como piloto de Fórmula 1. Al menos, en Italia, cerca de Parma, tuvieron el detalle de bautizar un circuito con su nombre.
Vía Elconfidencial.com
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