Parece ser que empieza una nueva era en la marca británica
Desde la llegada de la era “híbrida”, la marca británica ha perdido en todos los frentes. Lo deportivo arrastró a lo económico al punto que uno de sus máximos reclamos de hoy, van de la mano de una categoría sustentable desde el punto financiero, que no asfixie e iguale las cosas. Bastante lejano del orgullo otras décadas.
Desde 2015 en adelante, la sociedad con Honda para la motorización fue la base del derrumbe. Un 5to lugar en Hungría 2015; otro en Mónaco al año siguiente, fue lo más excitante por ejemplo, para un piloto de la categoría de Fernando Alonso. Tan malo fue todo, que cambió la gratuidad de los motores japoneses por la compra en más de 100 millones de dólares, de unidades de potencia de Renault.
Fueron momentos donde McLaren intentó exigir piedad a sus propietarios bareníes, Mumtalakat, con el fin de sensibilizarlos hacia una inyección económica más fuerte. Todo pareció en vano. Otro 5to lugar en Australia para Alonso, resultó lo más semejante a su rica historia, es decir, poco y nada. Como puntada final de la crisis, la partida de Eric Boullier y la llegada de Zak Brown.
Nuevo acuerdo por motores y flamantes pilotos incluye una agresiva estrategia de marketing. Ahora, McLaren se acordó de 182 victorias en el historial, segundo detrás de Ferrari; sus ocho títulos de constructores y una docena de pilotos consagrados con la marca. Los hechos deberán demostrar, sino es tarde para el reclamo.
Mercedes y Ferrari se oponen a la estandarización de las piezas, Traccionan con el resto de los motoristas en la no innovación de las unidades de potencia. Ni más baratas, ni menos costosas, ni más ruidosas. La enorme complejidad híbrida llegó para quedarse. Así fue que McLaren, inició una demanda a los gritos, pero después de 4 temporadas de prestigio rifado, corre con desventaja detrás de todas las escuderías, salvo Williams, otro gigante en la cornisa.
Por acción u omisión, el equipo naranja se quitó la presión de abastecer a Alonso. La variante hacia la Indy 500, ha sido un paliativo que le permite trabajar con otros márgenes de tiempo. Norris y Sainz, encarnan en su juventud los nuevos parámetros, y permiten en sociedad con Renault, una estructura que además, ya desde 2018, se “limpió” de la última gran herencia de Ron Dennis, el vínculo con Honda.
Ahora va por la recuperación del espacio político que perdió en la decadencia de su imperio. Mclaren se enoja, grita, sacude el tablero… pero antes debe convencer puertas adentro de sus objetivos, lineamientos y un plan de modernización que lo haga un equipo ágil, sin burocracias, honesto en sus posibilidades, e impermeable a las arrogancias de su gloria pasada. Tal vez ni más ni menos, que retornar al viejo espíritu de Bruce, hace más de cinco décadas, pero en la era 2.0. ¿Podrá?.