Injusto que alguien así tenga que desaparecer de la Fórmula 1 tirando todo por la borda
Entre 1979 y 1997 Williams ganó siete títulos de pilotos y nueve de constructores, con 113 victorias. Hoy, el camino hasta la actual encrucijada está bien documentado por su agonizante evolución en las pistas y despachos. Sin embargo, convendría remontarse a los increíbles orígenes y brutal lucha por la supervivencia de Williams para lamentar que su peripecia única pueda morir en manos de terceros. Porque en los 70 la Fórmula 1 reunía a un singular grupo de artesanos británicos de las carreras, iluminados por el rojo de Ferrari. Entonces, para entregarse a una vida de trotamundos y penalidades económicas exigía una pasión que desbordaba el sentido común. Frank Williams era el mejor de sus exponentes.
Aquellos duros inicios para sobrevivir en la Fórmula 1 no solo ilustran la epopeya de Williams, también la de tantos aventureros para hacerse un hueco y sobrevivir en este mundo. Muchos equipos se quedaron por el camino en aquellas décadas. Williams puede también caer, tristemente, tantas décadas después.
Préstamo para el hotel de Mónaco
Con 20 años, Williams ya corría con un Austin A35 en los circuitos británicos. Pero en todas las carreras se salía de la pista. En una de ellas acabó estrellado en el mismo sitio que otro piloto, un tal Johathan Williams, quien le ayudó a salir del coche. Se hicieron amigos y Jonathan le presentaría después a un piloto de raza aunque desconocido por entonces, Piers Courage. El trío siguió en contacto, Frank Williams dejó su trabajo en una firma de ultramarinos para convertirse en mecánico del otro Williams. También alquiló un Fórmula 3 y con varios pilotos que se hicieron amigos llevaron una vida de ‘gitanos de las carreras’ por toda Europa, viiviendo y durmiendo con lo puesto. La competición era droga dura y entró en vena para toda la vida.
Williams comprendió que era no había futuro al volante, mientras su amigo Piers Courage se convertía en una gran promesa. Con trapicheos por aquí y por allá, Frank fundó un equipo con su propio nombre, como no podía ser de otra manera. Consiguió un Fórmula 2 nuevo para su amigo Piers en 1968. No tenían dinero ni para piezas de repuesto, pero Courage destacaba por su velocidad. Williams decidió que había que dar el salto a la Fórmula 1. Entonces eran otros tiempos. Quería un Brabham, pero el dueño de la fábrica oficial, Ron Tauranac, se lo negó. Engañó a otro cliente que ya tenía un para hacerse con una unidad bajo cuerda. En su segunda carrera, el Gran Premio de Mónaco, aquel grupo de apasionados sin un duro terminaron segundos, toda una proeza para un equipo privado. Había viajado con tres mecánicos, el conductor del camión, Piers, el piloto, y su mujer, Sally. El propio Williams tuvo que pedirle prestado dinero a su piloto para pagar el hotel de Mónaco.
Llamar desde la cabina
Gracias a aquellos fuegos artificiales, Alejandro de Tomaso le ofreció un chasis, pero Williams tenía que pagar los motores. Piers Courage recibió una oferta de Ferrari pero, incomprensiblemente, la rechazó para quedarse con su amigo. Poco más tarnde, en el Gran Premio de Holanda, Piers se salió de la pista y se mató. De Tomaso le abandonó, Williams perdió a su gran amigo. Con solo 28 años la tragedia le arrasó, tanto personal como económicamente. Siguió exprimiendo la bayeta como podía. Durante una buena temporada atendía el negocio desde una cabina telefónica porque por falta de pago de la línea en la fábrica. De trampa en trampa y patrocinadores por aquí y por allá, le llegó el contacto de un millonario canadiense, Walter Wolf, quien acordó comprarle los motores. Terminó por quedarse con el equipo entero porque Williams estaba tieso, quedando como empleado del mismo equipo que había fundado. Pero el británico no había nacido para ello.
Williams, inasequible al desaliento, fundó por segunda vez otro equipo. Conoció a un duro ingeniero, Patrick Head, joven, con talento y temperamento de sargento de marines. Con ambos como socios nació Williams Grand Prix Engineering. Williams dejó en manos de Head la parte técnica. Sus personalidades se complementaban a la perfección. Head era el ogro que Williams necesitaba. Y llegó la tercera pata de banco. Otro sargento de marines con casco y guantes, el australiano Alan Jones. Aquello era un comando de combate no apto para temperamentos débiles. Head y Jones, juntos, eran temibles. Llegó la pieza final para el despegue cuando el habilidoso Williams se trajo a Saudi Airlines y dinero de los petrodólares como patrocinador del equipo. Hasta entonces, Williams solo pudo tener un monoplaza.
Inválido en la cresta de la ola
En 1979 Patrick Head diseñó una joyita ‘wing car’ en el FW06 y ganó su primera carrera con Clay Regazzoni. Con el FW07 arrasaron en 1980 y Alain Jones y Williams lograron los dos títulos. En 1982 repitió con Keke Rosberg. Aquel corredor de fondo -tanto en la vida real como en la Fórmula 1- que acudió a una cabina telefónica como oficina se había aupado a la cúspide de la Fórmula 1. En 1983 se llevó los motores de Honda. Pero en su momento más dulce, cuando Williams aplastaba con Mansell y Piquer en la Fórmula 1, su Ford Sierra de alquiler salió dando vueltas de campana al salir del Paul Ricard. Era un hooligan al volante, como él mismo reconocía. Los médicos le dijeron a su mujer que no tenía salida. Estuvo a punto de fallecer varias veces en las semanas siguientes.
Salió de aquella aunque inválido, y necesitó un asistente para siempre. Tenía 45 años. Indomable, apareció en silla de ruedas meses después en el Gran Premio de Gran Bretaña. ¿Vender el equipo y retirarse a una vida más tranquila? ¿Frank Williams? Siguió al frente del equipo durante años. En 1993, el mismísimo Ayrton Senna se ofreció gratis a Williams, que arrasaba también en los primeros noventa. En 1994 cumplió su gran sueño del británico, tener al brasileño subido a su monoplaza. Le perdió tras la segunda carrera. Como en su día a Piers Courage, no podía doler más.
Su hija Claire, que dirige el equipo con escasa fortuna, ha tenido que poner la organización en venta. Testigo de todo ello desde su silla de ruedas, y recordando aquellos duros inicios, nunca debería permitirse que el nombre de Frank Williams nombre abandone la Fórmula 1.
Vía Elconfidencial.com
Han desvirtuado la F1 de tal forma, que de lo que fué, un grupo de gente que quería salir a competir con sus conocimientos y unos mínimos de patrocinadores, a un negocio milmillonario en el que puedes desaparecer solo por no tener dinero para competir, que por norma general es un pastizal.
Veremos desaparecer Williams igual que desapareció Minardi o muchos otros.
Esperemos que no y que se den cuenta con esto y otras muchas cosas más que están sucediendo y vuelvan a la verdadera esencia de la Fórmula 1. La F1 sin los clasicos como Williams, Ferrari, McLaren, etc no sería F1. Saludos y gracias amigo.