El tiempo siempre se encarga de todo
Suzuka 2018. Un error de la Scudería en las jornadas de clasificación deja al tetracampeón alemán en una situación comprometida, y sale noveno, ¡9º! en una carrera que debería ganar, aunque incluso si ganase seguiría siendo casi imposible el mundial.
Y Vettel lo hace fenomenal en la salida, se coloca cuarto nada más empezar… y los dioses le sonríen. Va detrás de Mad Max Verstappen, y al holandés le penalizan con cinco segundos por haberse chocado con Raikkonen… una vez más. Vettel sólo tenía que esperar al cambio de neumáticos para quedar cómodamente tercero.
¿Y qué importa quedar tercero? ¿De qué vale quedar tercero? ¿De qué vale quedar segundo en el campeonato mundial? Fernando Alonso tenía razón cuando se fue de Ferrari. El coche es una basura, ¡mentira cochina teñida de mandarina que haya llegado a ser el mejor de la parrilla!, los estrategas no sirven, y no sirven porque les meten demasiado presión, como a él. Pero él es Vettel, el tetracampeón, puede aguantar la presión. ¿Puede? No, no puedes chaval.
¿Y si la culpa fuera suya, que no es capaz de estar a la altura?
Estalla Vettel, aún no se ha dado cuenta pero se ha empezado a desintegrar. Choca contra Verstappen, sale perdiendo en el pulso y baja al puesto diecinueve. ¡Torpe! ¡Cacho subnormal Pedacitos de su alma sobrevuelan el circuito de Suzuka y se mezclan con los trozos de los monoplazas que se han ido rompiendo, el suyo es tan solo uno más.
¿Recogen los comisarios algún trozo del alma de Vettel -que ha estallado y se está desentigrando- junto al caucho, la fibra de carbono y demás? Quizá.
¡No es culpa mía, yo puedo hacer lo imposible! Voy a dejarte clavado, niñato Max.
No, eso ya pasó, ahora estás diecinueve y te toca volver a remontar. Lo harás bien pero de nada valdrá, porque has vuelto a fallar, Sebastian. No es la Ferrari. No es Hamilton, eres tú contra ti mismo y no te sabes domar.
Has oído rumores, claro, como todos. Como tus valedores y detractores: a Vettel lo van a echar de Ferrari, y a Arribavene… Maldito Alonso, su fantasma aún le persigue, aún sigue siendo una leyenda mayor que él en la historia de Ferrari. Cuando le dobla al final de la carrera tiene la sensación de que al McLaren le ha salido una boca que muestra los dientes y se ríe de él, mientras le dice y recuerda: te estás desintegrando, Sebastian. No vas a ganar este ni ningún otro mundial; jamás.
Vía Diario16.com