Para los que amamos la Fórmula 1 hay una pregunta recurrente: ¿Dónde estabas el 1 de mayo de 1994? La muerte de Ayrton Senna en Ímola, un día después del siempre injustamente olvidado piloto austriaco Roland Ratzenberger, conmocionó a toda una generación de aficionados. Por desgracia, fue un fallecimiento en directo, con imágenes desde el helicóptero en las que se veía cómo le intervenían para que recibiera oxígeno en su tráquea. Hubo muchos fans de las carreras que ese día sentimos un nudo en el estómago y perdimos la inocencia sobre lo peligroso y terrible que puede ser el automovilismo. Hoy se cumplen dieciseis años del adiós para siempre de un genio, uno de los pilotos más sensitivos y espectaculares de la historia.

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Según, un antiguo jefe de equipo suyo en Lotus, Peter Warr, “Ayrton era capaz de determinar en qué punto del circuito su monoplaza gastaba un decilitro de más. Con los motores turbo era casi imposible, pero él lo hacía con la precisión de un reloj suizo”. Y de su sensibilidad especial en la puesta a punto daban fe sus mecánicos de McLaren: “Era capaz de hablar cada vuelta desde el coche y explicar curva a curva durante una carrera el comportamiento del motor y de las suspensiones”.

El tricampeón brasileño tuvo durante mucho tiempo en su poder el récord histórico de poles, con 65. Y, aunque su sucesor Schumacher batió esa cifra y lloró al lograrlo, necesitó muchos más grandes premios para superarle. Hoy habrá más flores frescas de lo normal en el cementerio de Morumbí, donde hace 16 años llegó su féretro escoltado por grandes campeones brasileños y con millones de paulistas en las calles para honrarle.

Su muerte sirvió, al menos, para que el circuito de Ímola fuera más seguro, los coches aumentaran la protección lateral del cockpit y se impusieran los test de choque. Y su apellido, Senna, ha vuelto a las carreras de formula uno a través de su sobrino Bruno Sena.