Reflexiones de un tifosi
Me encanta Niki Lauda. Desde siempre ha sido uno de mis pilotos favoritos. Tal vez por su historia de superación, por su carácter o, simplemente por la película «Rush», siempre me ha gustado él y todo lo que representa. Por ese motivo, cuando me enteré de que Ferrari lo homenajearía «recreando» el 312T que lo llevo a ser campeón del mundo en 1975 me emocioné. Se iban a reconocer los méritos de una de las grandes figuras de la categoría reina del automovilismo con un gran homenaje. Sin embargo, con el paso de los días me di cuenta de una cosa. La cuenta de Instagram de la escudería Ferrari se llenó de publicaciones que recordaban el campeonato del austríaco, todos los días había una nueva efeméride: Lauda hace la Pole, Lauda gana en Monza, Lauda es campeón del mundo… Se actualizaba la información como si fuera un minuto a minuto, con la única diferencia de que hablaba de cosas que habían pasado hacía ya cincuenta años. De hecho, durante el parón de verano, desde Ferrari se hablaba más de la situación del equipo en el 1975 que de la actual. Esto me llevó a preguntarme: ¿de verdad no tienen nada mejor de lo que hablar? ¿En serio no hay nada más que celebrar o recordar? ¿La afición de Ferrari debe vivir pensando más en el pasado que en el presente o el futuro? Pues parece ser que sí.
18 años sin campeonar
Kimi Räikkönen sigue siendo, a día de hoy, el último Campeón del Mundo de la escudería italiana, después de una intensísima lucha contra los McLaren en 2007. Muchos lo han intentado después de él, Felipe Massa fue de los que se quedaron más cerca. A pesar de lo que él pueda decir y reclamar, perdió el título en la última vuelta en Brasil y, aunque se llevaron el de Constructores, Ferrari no ha podido volver a lo más alto. Fernando Alonso, Sebastian Vettel y ahora, Lewis Hamilton han sido y son pilotos brillantes; sin embargo, no han podido levantar a la escudería. ¿Por qué?

Breve historia de las rachas y fracasos del «Cavallino Rampante»
Ferrari siempre ha tenido etapas de sequía. Niki Lauda, por si nos os habéis enterado con alguna de las 200.000 publicaciones e historias en Instagram, acabó con once años en los que Ferrari no levantaba ningún título. Desde el 1964 hasta el 75, los italianos no habían ganado absolutamente nada. Pero es que después de que Jody Sheckter ganara el Mundial en el 79, ya no volvieron a levantar el título de pilotos hasta la era Schumacher. A favor de la escudería, hay que decir que el de Constructores sí que se consiguió en el 82, 83 y 99, pero la racha, igualmente, fue terrible.
El dominio de Michael Schumacher es el sueño húmedo que a cualquier tifosi le gustaría ver realizado ahora (y me incluyo). Cinco años de dominio absoluto. Fue, sin lugar a dudas, su mejor época. Los directivos de Ferrari de finales de los 90 no le tuvieron miedo al éxito. Hasta ese momento, Ferrari había adoptado una filosofía nacionalista que buscaba el mejor talento de Italia para la estructura de la escudería y el diseño de los coches. De Italia, solamente. A partir de entonces «se abrieron al mundo» y ficharon, simplemente, a los mejores que pudieron. Jean Todt, como jefe de equipo; Ross Brawn, como director técnico, y Rory Byrne como jefe de diseño, acompañaron a un Michael Schumacher en un proyecto que haría historia. Pero, ¿qué pasó? Pues que después de que Schumi y compañía se marcharan, prácticamente no levantaron cabeza. Kimi lo consiguió y Felipe estuvo a punto, pero nada más. Desde entonces, Ferrari se encuentra con la peor racha de su historia.

Reestructura, estupidez y reestructura otra vez
Desde lo de Kimi, todo han sido reestructuras, fichajes estelares, diseños innovadores, pero ningún resultado. En el 2010, Fernando Alonso hizo una temporada espectacular. Con un coche medianamente competitivo estuvo a tan solo cuatro puntos de arrebatarle el mundial a Sebastian Vettel. Pero una mala estrategia lo impidió. Y es que si Ferrari se ha caracterizado por algo estos últimos años es por sus «cuestionables» estrategias. Algunos aún recuerdan con escalofríos esas vueltas interminables en Abu Dhabi. Lo mismo en 2012, tres puntos separaron al asturiano de la gloria. La famosa fotografía de Fernando con «la mirada de las mil yardas» lo dice todo. Y luego en el 2014, el coche que subviraba y sobreviraba al mismo tiempo. Resultado: reestructuración.

Nueva era híbrida, nuevos pilotos y nueva estructura. Un flamante Sebastian Vettel pudo haber hecho la competencia al todopoderoso Mercedes en el 2017, pero la fiabilidad y los errores lo estropearon hasta tal punto que, al año siguiente, un Vettel quemado no pudo hacer nada. Resultado: reestructuración.
Mattia Binotto, el motor ilegal del 2019 y los malos resultados en el 2020 y 21 no hicieron más que resaltar la mala racha de la escudería italiana. Sin embargo, en 2022, Ferrari parecía volver. Al principio de ese año el equipo parecía tener de los mejores coches de la parrilla, daba la sensación de que podrían competir de tú a tú con Red Bull y así fue durante un tiempo, pero, adivinad que, la estrategia y la fiabilidad lo volvió a impedir. El «Stay Out, Stay Out» de Mónaco, el grito de desesperada frustración de Charles Leclerc, el «Stop Inventing» de Carlos Sainz… Reestructuración.
A finales del 2024 Ferrari tuvo otra vez un coche y un equipo competitivo de la mano de Fred Vasseur como jefe de equipo que les dejó a nada del Campeonato de Constructores. ¿Cuál sería la enorme solución de la escudería? ¿Mantener el proyecto a la espera de por fin conseguir el Mundial? ¡Por supuesto que no! La mejor solución era, evidentemente, echar a Carlos Sainz, fichar a un Lewis Hamilton que, a pesar de ser un piloto extraordinario tardaría tiempo en adaptarse al coche, y, sobre todo, hacer un cambio total en el diseño del monoplaza. No me extrañaría nada que a final de temporada Leclerc (o Hamilton) se vaya y Ferrari se reestructure otra vez.
¿Qué diría Il Commendatore?
Des de mi punto de vista de aficionado de la F1 en general y de Ferrari en particular, tenemos un problema enorme. El equipo más laureado de la historia del motorsport necesita un urgente cambio de mentalidad. A los proyectos nunca les da tiempo a desarrollarse del todo, los coches dejan que desear, las estrategias son nefastas en la mayoría de casos… En esta situación son los pilotos los que menos tienen que ver. Alonso no lo hizo, Vettel tampoco, y, si me apuras, Hamilton no lo logrará pero es que ni aunque Senna reviviera lograrían el Campeonato. No es un problema de pilotos, es un problema de estructura. Un equipo con un legado espectacular y una presión motivada precisamente por este legado. «Somos Ferrari y tenemos que ganar». Pero no ganan. No ganan por esta mentalidad. Un equipo con una forma de funcionar única y un egocentrismo brutal. Enzo Ferrari tardó años en instalar los motores de sus coches en la parte trasera porque, según él, eran los caballos los que tenían que tirar del coche y no al revés, a pesar de los resultados del resto de equipos que sí habían puesto su motor atrás. Hasta ese punto, llega la filosofía ferrarista.

Ferrari es una escudería que vive más como un nombre o una antigua leyenda que como lo que realmente es, un equipo de Fórmula 1 que corre en la actualidad. No nos sirve de nada recordar a Kimi, a Schumacher, a Scheckter, a Lauda, a Surtees, a Phil Hill, a Hawthorn, a Fangio o a Ascari. Fuimos grandes en el pasado. Sí ¿y qué? Lo que importa es el presente. Por mucha leyenda que tenga, Ferrari es un equipo actual y debe competir en la actualidad. Mientras no cambien esa mentalidad, no importa a cuantos pilotos fichen o cuantas reestructuraciones hagan, la situación no cambiará. Veremos el 2026.